sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo 10

La mochila se me cae al suelo de la impresión. ¿Qué demonios estoy haciendo? Quiero ir hacia ella, pero sé que no debería hacerlo, en parte por mi bien y en otra porque dentro de un rato tengo que entrar en clases.
A la mierda las clases. Dejo mi mochila en el suelo y empiezo a correr hacia las escaleras y bajarlas de dos en dos. Cuando llego abajo hay tres puertas: una enfrente que da al campo de juego y dos laterales; una de los vestuarios de las chicas y otro de los chicos.
Noto una presencia en el vestuario de las chicas y sin pensármelo dos veces voy derecha hacia la puerta. Suelto un suspiro y entro. De verdad necesito arreglar todo esto, no puedo vivir así: con miedo y asustada de lo que me pueda pasar o de lo que pueda hacer. He estado pensando durante todo este día en lo que me pasó ayer y no creo que sea la primera vez, o sea, la vez que salió incendiado el instituto creo que lo provoqué yo. No sé cómo ni por qué, pero sé que estaba enfadada y a los minutos después todo salió ardiendo y yo me quedé desmayada por el humo. Cuando me desperté estaba en el hospital y Chris estaba conmigo, no estaba feliz por estar yo despierta sino que estaba asustado y preocupado.
Suena una taquilla cerrarse y pego un brinco del susto. Aquí he pasado poco tiempo pero sé que mi taquilla está en esa dirección, la de la esquina más alejada de la puerta.
Voy hacia ella con la esperanza de que no haya sido esa pero lo es. En el suelo hay montones de papeles, uno rotos y otros en blancos. Cuando me agacho y los cojo, veo que son dibujos como el que me encontré la otra noche en mi cuarto. Me pongo tensa y empiezo a recoger todos los papeles escuchando mi respiración agitada. ¿Quién me está haciendo esto y por qué? No lo entiendo.
-¿Hola?-grito, y mi voz hace eco. Me asusto cuando una de las duchas empieza a echar agua. Después son miles.
Empiezo a correr hasta las duchas y veo que todas están encendidas. Miro a todos los lados y no hay nadie, miro al techo y tampoco hay nadie. Me acerco a las duchas sin importarme que el suelo se esté empezando a encharcar e intento cerrarlas, pero están tan fuertes que no soy capaz de pararlas. Intento con otra y tampoco me deja.
Me doy por vencida y miro al suelo; el agua me llega ya hasta los tobillos. Cuando entras en las duchas tienes que bajar dos escalones así que esta parte se tiene que inundar hasta esa altura, si esto sigue así llegará al suelo de los vestuarios en total. Miro al centro, en donde está el desagüe, que está atascado por algo. Me acerco y ahogo un grito: es pelo humano.
Esto es de locos, yo ya no aguanto más. Empiezo a correr hacia la salida y cuando mis manos tocan el pomo, descubro que está cerrada desde fuera. Intento no ponerme nerviosa y miro por las ventanillas: no hay nadie. Absolutamente nadie. Estoy sola.
-¿Hola?-grito, aunque sé que nadie pueda escucharme porque está disfrutando de su recreo-. ¿Hay alguien?
No hay nadie.
Me dejo caer en el suelo y empiezo a pensar en algo, ¿qué puedo hacer? Después tenemos gimnasia, puede que aguante una media hora más ¿no?
¡No! El ruido de las duchas me está poniendo enferma, es como una tortura. No me gusta estar atrapada sabiendo que alguien me la está jugando. Sabiendo que una sombra me la está jugando.
Las sombras no son como la quemazón en las manos (bueno, el fuego de mis manos) a ellas no sé cómo detenerlas o por qué aparecen, solo sé que preferiría quemarme antes de volver a verlas. Intento pensar en otras cosas como los ejercicios de matemáticas.
Suena la caída de una barra de hierro y me sobresalto. Cuando abro de nuevo los ojos (no sabía que los tenía cerrados) me doy cuenta de que el agua ha llegado hasta mí y ahora me empapa los pantalones y un poco de la camiseta. Me pongo nerviosa y me pongo en pie. El agua me llega por un poco más arriba de los tobillos, pero ¿cómo? Esto no se puede llenar de agua tan rápido, es demasiado grande para ello. Si esto sigue así no lo contaré. Esto es de locos.
Me doy la vuelta y empiezo a golpear la puerta seguidamente y con desesperación.
-¿Hola? ¡Que alguien me ayude!
Ahora el agua me llega por las rodillas. Puedo notar como las sombras se ríen de mí y me noto pequeña entre este mar de agua.
Respiro hondo y me quito los guantes de las manos. Las quemaduras aún están ahí pero no tienen mala pinta, o eso pienso yo. Extiendo las manos delante de mí y pienso en cómo producir el fuego. Solo pienso en ello.
Pienso en llamas. Hogueras. Fuego… no pasa nada. Empujo el aire para ver si así sale algo, pero mis manos siguen sin emitir nada.
El agua me llega ahora por mitad del muslo. No lo voy a contar, me lo estoy viendo.
Vuelvo a internarlo una, dos, cinco veces… ¡No pasa nada! ¿Por qué no pasa nada? No lo entiendo. Quiero que suceda. Necesito que pase, no quiero sentirme pequeña para que las risas de las sombras me tapen los oídos.
El agua me llega por la cintura y estoy asustada. Me apoyo en la puerta porque ya me he dado por vencida, no puedo más.
Noto una presión en mi espalda, para entonces ya tengo el agua por la barbilla. Tomo lo que creo que es mi última bocanada de agua cuando por fin sucede. De mis manos sale fuego y me sorprende pues estoy bajo el agua. Abro los ojos como platos y noto el calor en mis manos. Me doy la vuelta y suelto llamaradas ardientes hacia el pomo de la puerta del vestuario. Se abre al instante y el agua baja hasta que yo me doy un golpe en la cabeza con el suelo.
Empiezo a toser cuando una mano se posa sobre mis hombros mojados, como toda yo. David está enfrente de mí con ambas manos sobre mí ayudándome a ponerme en pie. A través de mi ropa mojada puedo notar el calor de sus dedos, es como tener una segunda piel. Los ojos insistentes de David me piden una explicación. Yo solo intento tomar todo el aire que he estado conteniendo.
-¿Estás bien?-me pregunta apoyándome en la pared. me dejo caer de nuevo al suelo porque mis piernas no me responden-.He escuchado los gritos. Yo… estaba en el campo practicando y he venido y… ¡Guau! ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza cuando suena el timbre. Me tapo los oídos y la cabeza me da vueltas.
Trago saliva y miro a mi alrededor, la única que está mojada soy yo. Ni el suelo ni nada más. Miro al interior de los vestuarios y estás secos, salvo la parte de las duchas, claro
-¿Has visto algo?-pregunto, recordando que de mis manos han salido llamaradas. Me las miro por una fracción de segundo antes de mirar a David y su pálido rostro.
David niega con la cabeza.
-Nada más que a ti desmayada en la puerta… parecía que te habías dado un golpe justo aquí.-me toca la frente y siento una punzada de dolor, cuando David aparta su mano está manchada de rojo: sangre-.No sé por qué estás mojada ni cómo te has hecho la herida, ¿por qué has entrado?
-Yo… no lo sé, creí haber visto algo y entré corriendo.
David se lo piensa antes de asentir con la cabeza.
-Tengo que llevarte ahora a la enfermería.
-¡No! No puedo ¿entiendes? Harán preguntas y no quiero que nadie vea como estoy. No ahora…
David parece pensárselo mejor y asiente despacio, enderezándose y ayudándome a mí a ello también. Me apoyo en la puerta porque noto que me tambaleo.
-Hazme un favor Cali.-David señala un cartel en la puerta de los vestuarios-.Antes de hacer algo, lee los carteles.
Así lo hago ahora, en el cartel pone claramente: “NO CERRAR LA PUERTA SI NO QUIERES QUEDARTE ENCERRADO. ADVERTENCIA: LAS DUCAS ESTÁN ROTAS”.
-Así lo haré. A partir de ahora.
Genial, tengo que parecer imbécil.

Después de entrar por la puerta de casa, me asomo por la ventana del salón para ver el coche de David alejarse calle abajo. Gracias a él he podido saltarme todas las demás clases que tenía, no quería estar ahí y que me vieran con las ropas mojadas y una brecha en la cabeza, aún no sé cómo me ha he hecho. Todo es demasiado confuso, no sé qué ha pasado ahí dentro, ni siquiera si David me estaba mintiendo. Todo ha pasado cuando he querido salir de la biblioteca porque me estaba mareando y entonces vi las garras de Luke…
Tengo que hacer una nota mental con eso, aún me resulta escalofriante. Subo las escaleras de dos en dos hasta llegar a mi cuarto y quitarme la ropa húmeda y meterme en la ducha, no tengo tiempo por salir, si pudiera me quedaría aquí mucho tiempo. El agua caliente empieza a hacer efecto y mis músculos se relajan. Cuando salgo me meto en una toalla y me miro al espejo, mi reflejo está borroso por el vaho así que paso la mano por encima de él y entonces me miro la frente que ha adoptado un color morado alrededor de una brecha roja. Por lo menos no sale sangre de ella.
Me vibra el teléfono móvil y lo cojo cuando se apaga la pantalla. Tengo un mensaje desconocido, pero aun así lo abro.
A la próxima no tendrás tan buena suerte.
 Miro a todos los lados aunque esté sola, ahora noto que me están observando. Vuelvo a notar frío y una sensación de vacío se apodera de mí. Es siempre lo que pasa cuando hay una sombra cerca.

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