martes, 25 de marzo de 2014

Capítulo 8

Cuando me despierto al día siguiente noto una sensación de ahogo y un dolor tremendo sobre la frente, mis sueños son extraordinariamente raros además de sin sentidos. Me quito las sábanas de encima porque noto que cada vez estoy más ahogada. Estoy llena de sudor, necesito ducharme. 
Cuando me meto en la ducha no me importa que esté fría, solo quiero quitarme los rastros de la noche anterior, el sueño… él parecía conocerme bastante bien, pero yo no sé quién es, ni siquiera sé a qué se refería.
Me pongo ropa cómoda y deporte porque hoy no tengo ganas de salir de casa y nadie va a quitarme la idea de la cabeza. Cuando bajo las escaleras veo que Elena está cogiendo unos papeles y está vestida también con ropa de deporte, cuando me mira se sorprende.
-¿Qué haces despierta a estas horas? Son solo las ocho de la mañana.
Llego a la entrada y miro el reloj de la cocina que marca las ocho de la mañana. Anoche me dormí muy temprano, eso lo explicaría todo. Me encojo de hombros.
-Tengo que hacer un trabajo para el periódico, mejor empezar pronto que tarde.
Elena sonríe.
-Así me gusta.-señala la cocina y luego la puerta-.Tengo que ir a hacer unas compras, tu tío no está y hay comida en el frigorífico. Nos vemos esta tarde.
Se despide de mí dándome un beso en la frente (cosa que solo hace en mis cumpleaños) y sale por la puerta cerrando con llave. Cuando estoy sola, entro en la cocina y me preparo el desayuno: cereales con leche, nada nuevo. Después de estar un buen rato viendo revistas y la televisión, me bajo el portátil de mi cuarto y meto la tarjeta de la cámara de fotos en el ordenador para seleccionar las mejores.
Resulta que hice muchas a pesar de no estar atenta. Casi todas son de Eric cogiendo la pelota (pero luego no ganó) y de los demás jugadores siendo derribados y todo eso. Empiezo a pasarlas una a una hasta que me paro en una fotografía un poco extraña, es de Luke mirando justo al foco de la cámara, o eso es lo que creo porque en vez de sus ojos azules tiene dos puntos luminosos sobre ellos, como si llevase lentillas…. Paso a otra foto para ver si sale así y sí, en la foto en la que salen todo el equipo junto está igual, junto con Nate que en esta tiene los ojos abiertos.
Me echo hacia atrás en el asiento y las miro desde ángulos diferentes, como si así fuera a darme cuenta de que no es real, pero no: es así. Descarto todas las fotos en las que salen ellos dos con los ojos abiertos y me quedo con doce (como dije: casi todas de Eric) y al final decido ponerme a hacer deberes de cálculo. Es divertido este trimestre porque yo no tengo que hacer ningún examen como los otros, a mí me ha cogido las notas de mi instituto en Londres y ya está, son todas muy buenas por lo que no tendré que preocuparme. Sin embargo las fotos de Luke y de Nate me las quedo yo, guardadas en mi ordenador por si acaso.
Ahora que me fijo, parecen los ojos de un gato.

-¿Diga?
-Soy Sam.-me contesta una voz desde la otra línea, ¿Sam sabe mi teléfono? ¿Cómo? Yo no se lo he dado-.Si te preguntas como me sé tu número de teléfono es muy sencillo: lo saqué de la hoja de presentación.
Me quedo sentada en el sofá escuchando su voz explicármelo todo hasta que le digo al fin:
-¿Qué quieres?
-Uy hija que mal humor me gastas.-su voz es divertida, casi como si se estuviese burlando de mí-.Quería llamarte para que me hicieras el favor de traerme las fotos que sacaste el otro día.
-¿No se supone que las tengo que entregar el lunes a las siete de la mañana?
Sam se queda cortada un momento. Mientras me cambio el móvil de una oreja a otra y empiezo a contar las gotas del techo, es extraño, además de estas semanas que he estado aquí esta casa es nueva para mí pero me resulta familiar, como un sueño.
-Pero resulta que no pueden quedar muchos ese día así mueve tu culo hasta mi casa. Ahora.
Después de eso me da las indicaciones de donde está situada su casa y me empiezo a mover hacia la puerta. Rezo con que no se hayan llevado el coche y para mi sorpresa así es.
Cuando termino de ponerme el cinturón, miro al cielo. He estado toda la tarde sola, ni siquiera Elena ha llamado para saber dónde estoy. En fin, mejor será que empiece a ponerme en marcha si no quiero que se me haga de noche.
 A las siete de la tarde estoy tocando el timbre de la enorme casa de Sam. Ella me abre la puerta con una sonrisa, pero se le borra cuando ve que soy yo. Lleva puesto un pijama amarillo de seda y unas zapatillas de andar por casa verde chillón de pompones. Su pelo está recogido en dos moños laterales y lleva los auriculares puestos.
-¿Qué quieres?-me pregunta.
Le enseño el portátil pero sigue sin saberlo.
-He traído las fotos.-le informo cansada-.Como me dijiste.
Sam abre la boca y la vuelve a cerrar. Me deja pasar y doy con un recibidor enorme. Me indica de suba con ella las escaleras laterales y damos con un piso superior, a la derecha hay como cuatro puertas y entramos en la segunda, que es su habitación. Es toda verde (hasta los muebles) y está llena con fotos suyas y de Eric. Cuando pasa al lado de una foto de ellos dos, sonríe y le da un pico a su novio.
Me quedo en el medio, entre la cama y la cómoda. Sam me mira y me indica que me siente en la cama. Así lo hago.
-Déjame el portátil y pasó las fotos a mi pen.
Se lo doy y veo como lo mete dentro de la herradura y mira la pantalla que se ilumina. Me pongo de pie y empiezo a toquetear las cosas que tiene por la cómoda. Solo son fotos suyas, pero me parecen muy bien hechas.
-¿Te gusta la pintura?-me pregunta al momento Sam. La miro y asiento con la cabeza. Ella señala la pantalla de mi portátil-.Es que tienes buenos dibujos aquí metidos, ¿son tuyos?
Me acerco a Sam y miro los dibujos de la pantalla. Sí que son míos, pero yo no recuerdo haberlos hecho nunca.
Sam va pasando las fotos una a una y son casi todas las mismas: lobos aullando a la luna o simplemente ahí en el folio, son hacer nada más que mirarte con ojos amarillos verdosos brillantes.
-Podrías hacer los dibujos de algunos artículos.-me comenta Sam-.En vez de fotos, son bastante buenos y quedaría muy bien. Solo sin ser de lobos…
Eso parece alterarle un poco, pero no tanto como a mí. Yo no los he metido ahí dentro, ni siquiera sé cómo los hice o cuándo.
Me doy cuenta de otro detalle en esos momentos. Cojo el portátil de las manos e Sam.
-Tengo que irme, mi tío necesita el coche. ¿Nos vemos mañana?
No espero a que Sam conteste. Me voy corriendo y bajo las escaleras igual. Cuando llego a mi coche no me pongo el cinturón y piso el acelerador tan fuerte que me doy una sacudida contra el asiento. Por suerte no me encuentro con nadie en el camino y toda la carretera es para mí. La casa de Sam no resulta estar muy lejos en coche, pero andando sí. Vive como a ocho manzanas del instituto y el edificio está alejado de mi casa.
Ya es de noche, es lo que suele pasar cuando se acerca el invierno. Me gusta la fecha de mi cumpleaños porque hago los años el mismo día que empieza el invierno. Aunque no me gusta mucho el frío. Siempre he sido más del calor y del verano, aunque mi estación favorita es la primavera.
Miro a mi izquierda cuando cruzo una esquina y veo algo que me llama la atención; en un callejón hay dos puntos amarillos verdosos, pero no puedo llegar a ver más porque está muy oscuro. Me paro en el paso de peatones porque el semáforo está en rojo y me fijo mejor en los puntos. Alrededor de ellos hay un aura de color naranja, como la de Luke y Nate. En ella se pueden ver mejor los colores, los puedes distinguir. Me asusto un poco cuando los puntos empiezan a moverse hacia mí. Suena el claxon de un coche detrás de mí y me pasa, el conductor me hace un gesto con la mano y acelera de nuevo. Cuando vuelvo a mirar al callejón ya no están los puntos rojos.
Alguien golpea el cristal e mi coche.
-¿No es un poco tarde para que estés fuera de casa?-me pregunta Nate con una sonrisa. Va vestido con unos vaqueros oscuros y una camiseta de manga corta blanca. ¿No tiene frío?
Miro detrás de nosotros y no hay nadie. Es un poco extraño, porque estamos en medio de toda la carretera.
-Venía de casa de una amiga.-contesto, mirándolo a los ojos-. ¿Y tú? No me digas que ya eres mayorcito como para cuidarte solito.
Nate se ríe.
-Salgo de trabajar ahora.-me dice, señalando una tienda detrás de él-.Mi tienda está abierta para ti, ¿sabes?
-No he tenido tiempo de descubrir la ciudad. Pero me apetecería venir alguna vez a… Vinyl Rolling. Vaya, un nombre muy bonito.
Nate se apoya en el coche y me sonríe.
-Invención de mi jefe.
Miro detrás de Nate y no veo nada más que el callejón y la tienda cerrada. La luz parpadea encima de ella y le da un aspecto más siniestro. Me agarro fuerte al volante cuando Nate mete la mitad de su cuerpo por la ventanilla y me abrocha el cinturón. Su respiración me agita el pelo cuando retrocede sonriendo.
-La seguridad ante todo. Sobre todo en días como hoy. Ten cuidado el miércoles.
-¿Por qué?-le pregunto.
-Porque hay luna llena-comenta sonriendo. Se da la vuelta y va andando hacia una moto negra que está aparcada en la esquina. Cuando se sube encima, agita la mano y sale disparado emitiendo un sonido a lata cuando pisa el acelerador.


Cuando llego a mi casa no hay nadie esperándome. Elena no sé dónde estará y Chris sigue en el trabajo hasta las doce de la noche o así. Subo las escaleras en dirección a mi cuarto. Cuando llego, cojo el dibujo del otro día y abro el portátil para mirar todos los dibujos tan repetidos que tengo ahí guardado, siempre los mismos dibujos y lo peor de todo: los he hecho yo.
Empiezo a oler a quemado y cuando me fijo en los papeles están ardiendo y de mis manos salen chispas ardientes y de color rojo. ¡Dios mío! De mis manos sale fuego. Tiro los papeles al suelo y doy un brinco hacia atrás más de la impresión que del miedo que tengo. Entro corriendo al baño y empiezo a llevarme las manos con agua, pero no soy capaz de apagarlas, noto como me voy sintiendo más y más cansada hasta que la luz se va oscureciendo. 

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