sábado, 22 de marzo de 2014

Capítulo 6

A la mañana siguiente me despierto tarde debido a que no he tenido ni un minuto esta noche en la que las tres sombras no me dejaran en paz. Tan pronto me dormía como me despertaba así que he decidido que era mejor navegar por internet y ver los distintos tipos de periódicos que han estado en el instituto, desde que Sam está de directora, todo tiene un matiz más colorido y estúpido, como el de una niña pequeña. También he visto más fotos del instituto gracias a un blog que un alumno ha hecho, es anónimo así que no se sabe quién es. Si ganamos el partido de la próxima semana, ganaremos la liga.
Después de ducharme y vestirme, bajo a la cocina y me sorprende no ver a Chris pegado en el sofá, sino que está en la cocina preparando café. También me sorprende no ver a Elena, que es la que siempre prepara el desayuno.
-¿Dónde está Elena?-pregunto cogiendo un tazón grande de café de la mesa, cuando descubro que tiene como veinte cucharadas de azúcar lo dejo de nuevo en la mesa haciendo una mueca: es de Chris.
-¿Qué tal algo como: buenos días Chris, me alegro de verte trabajando?
-Buenos días Chris, me alegro de verte trabajando para variar, ¿dónde está Elena?
Chris suspira y se sienta en la mesa bebiéndose su tazón de café. Entonces me doy cuenta de su  vestimenta: el traje de Las Mudanzas Hamilton.
Me siento enfrente de él, en la cocina tenemos el espacio suficiente como para poner una mesa pegada a la pared. Miro a Chris y espero a que se termine el café y su bollo de crema.
-¿No desayunas?
-No tengo tiempo.-atajo todavía sin quitare los ojos de encima-.No habréis vuelto a discutir, ¿verdad?
Las discusiones de Chris y Elena son monumentales, empiezan con un: “¡te odio tanto!, ¡ojalá no te hubiera conocido nunca!” y terminan con un portazo en la puerta que casi la desencaja. Después de dos días Chris acaba por rendirse y mandarle unos veinte mensajes de voz a su buzón para que ella vuelva y se besuqueen tanto que me tenga que ir por incomodidad fuera de casa. Llevamos viviendo con Elena desde que tenía diez años, o sea siete años casi y siempre ha sido así. Llevan mucho tiempo sin discutir, pero creo que es porque están muy ajetreados organizando su boda. Ninguno de ellos tiene hermanos ni padres así que todo va a ser muy íntimo, pero no se sabe cuándo.
-¡Claro que no!-me responde Chris-.Es que se sentía muy mal y está en la cama. Hoy te llevo yo.
Las cuatro palabras que más odio. Cuando Chris se ofrece a llevarme y a traerme alguien acaba herido. En mi antiguo colegio, siendo concretos, él atropelló a un muchacho de primero y estuvo en el hospital cinco meses hasta que consiguieron colocarle el hueso de la pierna. Dos meses después su instituto salió ardiendo, así que se perdería muchos meses de clase.
-No.-le digo poniéndome en pie-.Voy andando.
-Está muy lejos y me cae de camino.
-Pues voy corriendo, no quiero que me avergüences como la última vez.
Chris se pone de pie también y me apunta con el croissant que ha cogido de la caja de dulces que tiene a su derecha.
-¡Te llevo y punto!
-Pues me quedo en casa, de repente me siento muy mareada.-miento, sentándome en la silla y poniéndome una mano en la frente-.Uff, que dolor de cabeza.
-Ponte en pie, que nos vamos.
Chris pasa por mi lado y me ignora completamente. Me pongo otra vez de pie y lo miro desde detrás, viendo cómo se pone el abrigo.
-¡Vale!-le grito enfurecida todo lo alto que puedo.
-¿Qué son esas voces?-Elena está en el piso superior y grita enfadada. Me encojo de hombros y salgo lo antes posible de casa para que su ira no se cierna sobre mí. Cojo la mochila, carpeta y abrigo y en menos de un minuto ya estamos saliendo de casa.
-¿Trabajo?-pregunto de repente.
-El señor Hamilton me ha ofrecido trabajo, su hijo pequeño ha decidido dejar de ayudarlo y necesita una mano.-me contesta-.Al final ha decido irse a vivir con su hermano mayor; Caden.

Estamos en clase de biología en donde hoy toca diseccionar una rana. Odio este tipo de clases porque esto me parece una brutalidad: no me gusta nada que tenga que ver con matar animales. No tengo pareja pero estamos pares así que a alguien le va a tener que ponerse conmigo, cuando Aubery se acerca a mí me sonríe.
-¿Tienes pareja?
Niego con la cabeza.
-Uf, menos mal. Creí que tenía que ponerme con alguien estúpido. Tú pareces muy lista, espero que sepas de qué va esto.
Intento sonreír pero mis labios no son capaces. Estoy tan cansada que no sé cómo estoy de pie ahora mismo, por suerte nadie parece notar mis ojeras debajo de mis ojos ni lo pálida que estoy últimamente.
-¿No te vas a quitar lo guantes?-Aubery señala mis manos enguantadas.
-¡Sí!, es que tengo mucho frío.
Por suerte mis manos e han curado por completo así que no tengo por qué llevar las manos enguantadas. El sonido de las voces de los alumnos se ve apagado por la llegada de la profesora Rose y sus ojos rasgados. Por lo que he oído tiene muy mala leche así que nadie se atreve a contradecirle.
-Antes de empezar con la disección; quien no quiera hacerlo se puede ir de aquí. No importa.
Uf, menos mal. Empiezo a moverme cuando Aubery me pone una mano en el hombro y niega con la cabeza. Me quedo quieta y todo el mundo ahoga una exclamación cuando una muchacha empieza a moverse.
-¡Señorita Hale, cómo no! ¡Quédese donde está, no importa lo bien que lo haga, hoy tiene un cero!
Trago saliva y miro a Aubery a los ojos, susurrándole un agradecimiento. Cuando la señora Rose nos dice que podemos empezar, cojo el bisturí y dejo que rasgue a la pobre rana para abrirla en canal.
-Vaya, había oído cosas de esta profesora. No sabía que era así de bruja.
Aubery pone los ojos en blanco y después asiente.
-No una bruja pero sí con muy mala leche.-se aclara la garganta-.Por cierto, soy Aubery Holsom y tú eres Cali ¿verdad?
Asiento con la cabeza.
-Vaya mierda de bisturís.-exclama mi compañera de mesa-.No sé como has podido abrir a tu rana, la mía parece hecha de hierro.
Le tiendo mi bisturí.
-Toma, te lo cambio.
Ella me mira y se encoge de hombros. Cundo su mano se cierra alrededor del bisturí, Aubery suelta una exclamación ahogada y gotas rojas caen al suelo. Aubery retira la mano herida y se la tapa con la otra. Dejo el bisturí sobre la mesa y me acerco a ella.
-¡Lo siento mucho! Ha sido mi culpa, ¿estás bien? Dios, no sabes cómo lo siento.
-No…pasa nada. ¿Ves que no tengo nada? solo ha sido un rasguño.
Aubery me enseña la palma de la mano y no tiene nada, solo una cicatriz rosada pálida. Pongo los ojos como platos y ahogo un grito. La miro a los ojos y después a todos los lados por si alguien ha visto esta escena. Solo es Nate y Connor los que nos miran y después vuelven a sus ranas y cuchichean.
-Pero yo había jurado… te chorreaba sangre.
Aubery niega con la cabeza.
-Pero no tengo nada ¿verdad? No ha sido más que un mal entendido. Bueno que ¿vas a prestarme el bisturí y tengo que apuñalar a esta rana para abrirla?
Le dejo el bisturí a su lado pero esta vez sobre la mesa y vuelvo mi vista atrás en donde la ventana me deja ver el tiempo que hay fuera: está todo nublado y está lloviendo. Pronto estamos en invierno y se acerca mi cumpleaños y navidad con la época de vacaciones y muñecos de nieve.
-Quedan cinco minutos, como no hayáis diseccionado a vuestras ranas tenéis un cero. ¡Sí, menos tú señorita Hale, que ya lo tiene puesto!
Vuelvo mis ojos al frente, en donde una sombra me mira de nuevo. Me está saludando despacio y después desaparece atravesando la puerta. Trago saliva a tiempo que el timbre suena y todos dejan el bisturí en sus mesas con unas exclamaciones de asco.
-¡Creo que la mía sigue viva!-grita una muchacha al límite de la locura. Sí, pienso, ella es la loca. No yo.

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