domingo, 9 de marzo de 2014

Capítulo 3

A la hora del almuerzo me siento sola en la esquina más alejada de la sala. En mi bandeja tengo lo que mejor me ha parecido y lo que no parecía haber sido masticado cinco veces por una persona. Se puede decir que la comida de instituto es igual en todos lados porque cuando yo estaba en mi instituto de Londres tenía que llevarme mi propia comida porque esa sabía a mierda, literalmente.
He tenido una hora de matemáticas y otra de biología hoy, después de toca gimnasia y lengua. La última no la cuento porque tengo que ir a esa cita con el señor James y su estúpida consulta.
Por ahora he estado solamente con Connor y he tenido que alejarlo para que no me mirase con esa cara dubitativa que me estaba poniendo de los nervios. yo también estaría así, porque ver a una muchacha tirada en el suelo es un poco impactante
Cuando empiezo a comerme una ensalada puedo saborear que está amarga y con demasiada sal, me resulta incomible así que la aparto con un manotazo y me bebo toda la botella de agua que he cogido también en la barra del comedor.
-Todo esto es una mierda, deberías traerte tu propia comida.-en estos momentos Luke Hamilton se sienta enfrente de mí con una sonrisa de dientes blancos radiante.
-Ya, gracias por el consejo.
Luke carraspea y se acerca más a mí en su silla de plástico blanca. En él esa parece una silla de juguete y él demasiado mayor como para sentarse en ella. En mí debe parecer que la silla me come o algo parecido.
-Creí que no querías amigos. O eso me dijiste la última vez que me viste.
Trago saliva y miro a otro lado. En la mesa de mi derecha hay un grupo de animadoras vestidas con el uniforme del instituto: naranja y azul con una pantera sobre sus pechos. En este instituto la mascota es incluso una pantera negra, los Panther de Ravensfox es un nombre muy original para el equipo de fútbol americano.
-Y es verdad.-susurro-.De todas maneras no tengo por qué darte explicaciones a ti.
Él levanta las manos y sonríe de nuevo. En su mirada puedo ver un reflejo amarillento que me pone los pelos de punta.
-Tranquila pantera, cualquiera diría que has visto un fantasma.
¿Un fantasma? No, ¿una sombra? Sí. Intento parecer descortés y le lanzo una sonrisa fugaz, él ya no está ahí. Suelto un suspiro, no sé si es de desesperación o de alivio. Miro hacia mi izquierda y veo a Connor sentarse en una mesa con la bandeja repleta de comida. En la mesa están sentados esa pareja y Luke también, junto con una muchacha rubia de grandes y bonitos ojos verdes.
Quiero acercarme hasta allí y preguntarle a Connor qué es lo que ha visto, pero ya me resulta avergonzarme pensarlo y no quiero ni saber qué me pasaría si me acercara. Ser tan vergonzosa y a la vez tan orgullosa me puede costar mi vida social.
Miro detrás de ellos, en donde una sombra me saluda con la mano, sus dedos hacen pequeños movimientos, como si estuviese siendo cortés y amable conmigo. Vamos, pienso, ¿es que ahora todo esto va a ser así? Antes de venir a esta ciudad no veía mucho esto, pero se están intensificando, como si esta ciudad tuviera algo.
No quiero averiguarlo, cojo mi bandeja y la tiro a la basura antes de salir por la puerta del comedor y empiezo a correr antes de que suene el timbre.

-¿Qué ves aquí?-me pregunta el señor James. Llevamos como media hora así: él me pregunta que veo en la tarjeta y yo le digo lo que puedo ver. Solo es una absurda tarjeta con mancas a ambos lados y nada a lo que poder aferrarse para saber su significado.
Suspiro de nuevo y me fijo en el contorno de la tarjeta.
-Emm, ¿qué se supone que tengo que ver?
El señor James baja la tarjeta y se pasa las manos por los ojos verdes. Es un hombre grande y casi pelirrojo, con barba más castaña. Lleva un traje negro de corbata negra también, con una camiseta de cuadros azules.
-Solamente dime lo que ves.-me responde cansado. Se ve que ya lleva muchas visitas (y las que les queda, porque tiene como unos cuatro alumnos esperando)-.Si no dejas que te ayude, no sabremos lo que te pasa.
Me miro las uñas mordidas adoptando un aire frío y rebelde. Nadie puede ayudarme porque nadie sabe lo que me pasa, ni siquiera yo.
-Está bien.-el señor James se pone en pie y se abrocha el botón de la chaqueta-. ¿Qué hay de tu vida? Vamos a ser amigos: tú me preguntas, yo contesto y viceversa.
Espera hasta que asiento con la cabeza y suelta una sonrisa.
-¿Cuántos años tienes?
-¿No debería de saberlo?-pregunto, en vez de contestar. El señor James me hace un gesto con la cabeza, cansado. Suelto un suspiro y contesto-: Casi diecisiete. Me toca: ¿tiene diploma? Enséñemelo.
-No se me permite enseñar mi diploma a los alumnos.-me contesta riéndose. Pasa sus manos por la mesa de madera y hace un gesto de asco cuando ve que está llena de polvo. Me fijo en que el despacho lo tiene adornado con muchas fotos de él y de diferentes alumnos en los que pone la fecha en la que se tomó la fotografía y en dónde.
-Me toca; ¿has tenido algún problema para adaptarte hoy? He escuchado que conocías a Luke Hamilton.
Sí, desgraciadamente. Asiento con la cabeza y me pienso bien mi próxima pregunta, pero me doy cuenta de que no tengo ninguna. Como si mi mente se hubiese puesto en blanco después de mirar al señor James a los ojos.
-Como veo que no tienes ninguna pregunta, te haré yo la siguiente: ¿estás buscando actividades extraescolares? En el periódico del instituto están buscando reporteros con experiencia.
-Pero yo no tengo experiencia.-añado apresuradamente.
El señor James se ríe a carcajadas y se cruza de brazos sobre su pecho, hecha los pies hacia delante y se queda en una cómoda postura.
-He leído tu redacción sobre ti y me ha parecido que tienes muy buena manera de expresarte.-comenta-.Te puedo recomendar, pero eres tú la que tienes que decidir el sí o el no.
No me da tiempo a contestar porque suena el timbre y me apresuro a coger mi carpeta y la mochila. Después de colgármela al hombro salgo corriendo hacia jefatura de estudio para coger la ficha para unirse al periódico del instituto. Resulta que no tiene nombre, se llama “Periódico” y listo, al que se le ocurrió tuvo una idea magnífica.
Cuando salgo por la puerta me choco con alguien en el hombro. Suelto una exhalación y lo miro a los ojos castaños.
-Ten más cuidado por donde vas, podrías llevarte a alguien por delante.-me dice, conteniendo una sonrisa. Me tiende la mano a tiempo que yo me coloco el asa de la mochila en el hombro-.Soy David Waters, encantado.
-Calina Berry.-le aprieto la mano y la quito corriendo por lo fría que la tiene-. ¡Vaya! Bueno, mira, tengo que irme ya ¿vale? ¡Adiós!
Salgo corriendo escaleras abajo y llego a jefatura justo a tiempo antes de que la cierren, después de rellenar todos los campos (hasta el número de mi DNI) me marcho del instituto y cuando salgo veo que solamente queda el coche de Elena y ella dentro con sus gafas de sol y moviendo la cabeza de un lado al otro; está escuchando música. Lo único que me molesta de ella como profesora es que manda muchos deberes, pero al menos ella está conmigo en casa.
Por suerte no hemos tenido gimnasia porque el entrenador se ha puesto enfermo con lo que llaman la gripe de esta ciudad, espero no cogerla porque hasta la semana que viene no está presente el entrenador.
Entro en el coche y suena en mis oídos las baladas que a Elena le encanta escuchar constantemente. Apago la radio y es como si también la apagase a ella porque se para al momento. Me sonríe y me agarra de la mano.
-¿Qué tal? Me he encontrado con James y me ha dicho que te ibas a apuntar al periódico.
¿Cómo lo sabe? Si prácticamente no lo he sabido yo hasta que no he entregado la solicitud. De todos modos me encojo de hombros y le indico con la cabeza que empiece a conducir porque se ha formado una cola a nuestras espaldas.
Me pongo los cascos para escuchar mis canciones y poner el volumen a tope. Desde que era pequeña me pongo la música al máximo sin tener en cuenta de que me puedo quedar sorda algún día, una extraña costumbre que tanto Chris como Elena odian.
Es como una media hora de aquí hasta casa y cuando llegamos Chris está viendo la televisión todavía en pijama, aún no ha encontrado trabajo así que hasta que no llamen ofreciéndolo no va a tener ninguno. Él antes trabajaba como cristalero, pero le despidieron tras darse cuenta de que hacía más descansos que una persona normal.
-¿Cómo has pasado el día Cali?-me pregunta a gritos.
Dejo la mochila en la entrada y corro subiendo las escaleras hasta mi cuarto de baño. Las manos me queman y no sé por qué. Meto las manos debajo del agua y se calman un poco, pero siguen estando rojas como un tomate. Abro los ojos al ver que el agua es capaz de quitarme la quemazón de las manos.
Me entra el pánico y las paredes empiezan a hacerse más pequeñas cuanto más miedo tengo. Respiro una y otra vez conteniendo el aliento hasta que dejo de sentir mil avispas en cada una de mis manos. Las paredes están donde deben de estar. Suspiro de alivio y me dejo caer al suelo.
Mis manos ahora tienen un color rosado y tienen pequeñas ampollas en las muñecas. Me toco una de la mano derecha y la quito haciendo una mueca. Me he quemado con mis propias manos.
Esto es raro, no me había sucedido antes.

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