martes, 4 de marzo de 2014

Capítulo 2

Han pasado dos días y estamos ya en domingo por la noche. Hemos colocado todas las cosas y mi habitación está por fin estable: con la cama al lado del banco de ventana, entre medias está la mesilla con la lámpara con forma de luna llena. Enfrente de la ventana de la derecha está la mesa de mi escritorio con el portátil y los lápices de colores, (no es por presumir, pero se me da muy bien el dibujo). En la parte izquierda está mi armario lleno de ropa y otra mesa, esta es más grande y está llena de fotos y montones de libros.
El equipo de música que tengo colocado en el banco de mi ventana está a todo volumen mientras escribo una redacción de todas mis aficiones, gustos y demás cosas en un cuaderno para presentarme mañana a clases. Según me ha dicho Elena, tienes que estar en una clase extraescolar para poder aprobar muchas de las asignaturas, pero todavía no me he decidido.
Llaman a la puerta y aparece Chris con su pijama de cuadros azules. Tiene ojeras bajo los ojos y está bostezando.
-Es hora de dormir, apaga la luz.
-Pero si son las diez.-digo, mirando el reloj de mi mesilla-.Tengo que terminar de escribir esta cosa para el instituto.
Chris se encoje de hombros y murmura algo que no llego a entender muy bien sobre estos adolescentes y su manera de revolotearlo todo con sus contestaciones. De verdad que no me cae mal porque cuando salí del orfanato (ese oscuro y estúpido orfanato) fue como una salvación para mí, pero estoy deseando tener los dieciocho e irme a una universidad para perderme de esta de todos ellos. Sé que cada vez que me mira ve a su hermano y no lo culpo, pero ya es suficiente vivir con el remordimiento como para que te lo estén recordando constantemente.
Miro todo lo que he escrito desde todos los ángulos y no me parece suficiente. Es o muy largo o demasiado corto y no soporto tanta perfección. Intento adornarlo con algo como: odio que la gente me mire. Me doy por conforme y cuando meto el cuaderno en la mochila me acuesto en la cama y apago la luz de la lámpara en forma de luna.
En mi sueño estoy en el sótano de esta casa y hay un montón de cosas brillantes gracias a la luz de la luna que se filtra por las pequeñas ventanas en la parte de arriba. Miro a todas partes dando vueltas sobre mis talones, pero no veo a nadie más allí.
Cierro los ojos y cuando los abro estoy sentada en una silla atada con una puerta y con la boca tapada por un pañuelo. Me asusto y empiezo a gritar, pero no soy capaz de emitir nada más que un leve susurro. Escucho unos pasos a mis espaldas y cuando la persona alta y con grandes músculos se pone de frente a mí, se enciende la luz y puedo ver que las cosas que brillaban no eran más que cuchillos de todos los tamaños.
Quiero gritar pero no puedo. La persona que tengo delante de mí no tiene cara, es un hueco negro que me mira con lo que deberían ser sus ojos. Sus manos me tocan el cuello y empiezo a gritar con más fuerza.
El grito me despierta y cuando mis ojos se han abierto mi garganta sigue emitiendo ese sonido. Se abre la puerta y aparecen Chris  Elena corriendo y con ojeras debajo de los ojos. Miro la hora: solo son las tres, han pasado cinco horas y para mí han pasado cinco minutos.
-Oh, no. ¿Otra vez?-me pregunta Chris con resignación. Elena se ha colocado a mi lado y me abraza acunándome de adelante hacia atrás. Sus manos pasan por mi pelo revoltoso hasta que noto que mi pulso se va ralentizando. Pero sin embargo mi pelo se electrifica por la parte que sus manos pasan.
-Era, era diferente. Todo estaba oscuro y una sombra estaba vestida de pies a cabezas… estaba en este sótano y tenía montones de cuchillos.
Dejo de llorar porque no me gusta que me vean así, pero los meses pasados ya estoy acostumbrada a esto. Elena se levanta y cuando ve que estoy bien se marcha agarrando a su novio por el brazo.

-¿Qué es esto?-pregunto mirando el papel que Elena me tiende.
Ella me lleva al instituto porque también da clases en él y por suerte o desgracia es mi profesora de lengua. En el papel que sostiene en alto puedo ver que pone Dr. James.
-Es el orientador de este colegio, el que da los consejos y atiende los problemas de sus alumnos. Vas a ir a las dos y tendrás una hora de sesión con él.
-¿Qué? Absolutamente no, no rotundo.-niego con la cabeza-.No quiero que todo el instituto se entere de que estoy loca.
Elena suspira y me agarra la mano para darme a la fuerza el papel.
-Vas a ir quieras o no, ¿de acuerdo? No se van a repetir todos esos sucesos de la otra vez, no esta vez.-me empieza a decir. Hago el además de salir del coche pero echa el cerrojo-.Queremos empezar de nuevo. Todos.
Alzo las cejas y la miro a los ojos castaños.
-¿Todos o solo tú y Chris? Porque no me preguntasteis nada cuando me dijisteis que nos mudábamos, dos días después estábamos en un avión de camino a esta estúpida ciudad.
-¿Sí? bueno, no teníamos otra opción puesto que incendiaste tu antiguo instituto.
Esas palabras son como una cuchilla para mí. Me hundo en mi asiento, pero puedo notar que el suelo podría haberme tragado si eso es lo que quería. Elena se da cuenta del error que ha cometido y me agarra la mano, pero yo la aparto deprisa. Le doy al interruptor para quitar el cerrojo y me bajo del coche dejándola ahí sentada.
El instituto por fuera es bonito: una puerta azul y el edificio enorme de blanco. A mi izquierda está el aparcamiento y montones de adolescentes aparcan sus coches y motos. En la derecha los más jóvenes aparcan sus bicicletas. Yo tengo el carnet de conducir, pero no tengo coche y eso es un problema porque a partir de ahora no pienso venir con quien será mi tía dentro de unos meses.
Ignoro las miradas de alguno de los muchachos que están en la puerta fumando y entro con la cabeza agachada. Me voy a jefatura y dejo todas mis fichas y me dan el horario y el mapa para encontrar las clases y mi taquilla.
-Tu taquilla está en la entrada, la décima a la izquierda.-me dice una mujer gordita y de piel muy morena. Su pelo son rastas negras y sus ojos castaños-.Eres afortunada, muchos se tienes que ir atrás y llegan tarde a sus clases.
-¿Por qué me dais a mí esa taquilla?-pregunto, guardando todos los papeles en mi carpeta de color verde.
-Porque una de nuestras alumnas nos ha dejado y era de ella.-comenta amargamente. Al momento me arrepiento de mi tono de voz-.Se parecía a ti. Ojos oscuros, bajita y sin curvas y con el pelo rojo.
Mi pelo en realidad no es rojo del todo, es más bien anaranjado oscuro, pero muchas veces lo confunden. Cuando a mi pelo le da la luz adopta un color naranja oscuro como el de una zanahoria, cuando Chris se dio cuenta empezó a llamarme zanahorita, pero se calló cuando vio que me molestaba hasta el punto de que le tiraba la comida al suelo. Nunca nos hemos llevado muy bien. En cuanto a mi figura, sí, puede decirse que soy tan baja que la gente no se da cuenta de que me tiene delante hasta que grito o algo parecido. Soy como una niña de nueve años.
Suena el timbre y miro mi horario, ahora tengo clases de química. Genial, me encanta hacer cosas con los vasos de precipitado, pero el profesor debe de saber que soy algo parecido a una persona pirómana y no me dejará tocarlos.
La clase de química está en el piso superior, es la segunda a la derecha, entre un montón de taquillas adornadas con fotos de sus dueños. Cuando entro, la clase ya ha empezado y todos están sentados atendiendo a un hombre de pelo negro y rizado con ojos verdes. Tiene unas gafas algo moradas y va vestido con un traje de corbata negro.
Todo el mundo deja de murmurar cuando me ven. En estos momentos me siento ridícula, no me importa haberme pasado una hora delante del armario para acabar eligiendo unos vaqueros, una camiseta negra con una mano de esqueleto en el que pone “Rock ‘n’ Roll” y una chaqueta negra de lana larga que me llega hasta las rodillas. Mi pelo está suelto y echado a un lado dejando ver mi oreja izquierda.
-¿Tú eres?-me habla el profesor, pero estoy tan petrificada que me cuesta escuchar.
-Calina Berry.-contesto casi en un susurro.
El profesor se acerca a mí y me pone una mano en el hombro, me señala un sitio vacío en una de las muchas mesas que hay. Me está pidiendo que me siente así que voy derechita a ese asiento ignorando los comentarios de los demás.
-¿Calina? Es un nombre poco utilizado aquí.-el compañero que me ha tocado es moreno y de ojos verdes. Tiene un tono de voz tímido y divertido. Tiene el pelo un poco rapado y su mandíbula está bien marcada. Va vestido con una camiseta de cuadros verdes y una camiseta negra como los pantalones.
Saco el cuaderno y empiezo a buscar el libro por la mochila, para después acordarme que no me lo han dado todavía; un pequeño problema con la editorial. Sí, una mierda.
-¿Puedes poner el libro en medio? Si no te importa.
El muchacho asiente y lo pone en medio. Van casi por el principio del libro y las hojas de este libro están adornadas con comentarios como: Odio la química. Esto apesta. El señor Brooks es un chulo…
Me río por lo bajo y el muchacho empieza a borrar esas frases con su goma. Parece nervioso y se le han encendido las mejillas de la vergüenza.
-Es solo para desahogarme, el profesor me tiene mucha manía.-se justifica, pero sigue con las mejillas encendidas.
Me vuelvo a reír por lo bajo y miro hacia delante.
-¿Cómo te llamas tú?-le pregunto en un susurro. No quiero hacer amigos, pero este me está cayendo bien de momento. Que nadie me malinterprete, Luke también me caía bien pero este tiene algo que le hace parecer diferente.
Sus ojos verdes parecen iluminarse.
-Soy, soy Connor Hayes. ¿y tú eres? Ah, espera, eres Calina.
-¿Cómo lo has sabido? Ni me hubiese presentado delante de toda la clase hace minutos.-intento bromear para que él también deje de estar incómodo. Lo consigo y sonrío de triunfo-.Pero mi familia me llama Cali, es un mote cariñoso.
Connor asiente.
-¿Solo la familia?, ¿qué hay con los amigos?
Bajo la cabeza, ya estamos con los amigos.
-No tengo amigos.
Connor vuelve a estar nervioso y su mano empieza a temblar mientras escribe lo que el señor Brooks pone en la pizarra, son los componentes de la tabla periódica ¡me lo sé! Por fin algo que se me da bien  para empezar.
-Vaya, lo siento. No lo sabía.-me susurra Connor.
Me encojo de hombros y doy esta conversación por acabada, sobre todo porque un muchacho a mi lado no para de mirarnos y sonreír, al igual que su compañera de mesa. Ambos parecen muy amigos, incluso me atrevería a decir novios. Ella tiene el pelo negro y largo y ojos azules mientras que él tiene el pelo castaño y ojos avellana. Él me saluda con la cabeza y yo vuelvo a mirar hacia delante.
Pasados unos cuarenta y cinco minutos llaman a la puerta y para mi sorpresa aparece Luke vestido con unos vaqueros y un abrigo largo negro. Llega su mochila cargada a un lado como si no le pesase y sus ojos están más claros que la última (y primera) vez que lo vi.
-¿Qué hace aquí señor Hamilton?-pregunta el profesor de química cuando le ve entrar.
Luke se encoge de hombros y se queda quieto mientras todos miramos la escena. Puedo escuchar la respiración agitada de Connor a mi izquierda, sigue estando nervioso.
-Es la clase que me toca, lo debería de saber porque la da usted.-responde Luke de manera fría. Tiene un aspecto rebelde hoy.
El profesor se le acerca con la tiza en alto y le sonríe de lado.
-Ya lo sé Hamilton, lo que nos preguntamos todos es a qué viene su retraso.
Luke se vuelve a encoger de hombros y sonríe. Cuando pasa su mirada por todos los presentes puedo notar que se para en mí unos segundos antes de volverse hacia su profesor.
-No me funcionaba el coche.
-Pues haber venido corriendo.-le ataja el señor Brooks.
-Es lo que he hecho, pero como sabe no se puede llegar pronto cuando su casa está en la otra punta de la ciudad.
El profesor se da la vuelta y sigue escribiendo en la pizarra. Señala con la cabeza que se siente y así lo hace Luke Hamilton. Para mi desgracia se coloca justo detrás de mí, puedo notar como calva su mirada en mi nuca y no sé por qué, solo lo conozco de media hora en un camión descargando el mobiliario de mi casa.
-Connor, ¿qué hemos dado?-susurra desde atrás.
Connor se da la vuelta y empieza a susurrarle cosas y cuando se vuelve hacia su mesa, lo miro de reojo.
-¿Es tu amigo?-pregunto por lo bajo.
-Sí, ¿ya os conocéis?
Asiento y vuelvo a dejar correr la conversación para que, después de quince minutos vuela a sonar el timbre y todos abandonen la clase. Cuando me pongo de pie después de que mis libros se hayan caído, todo está en silencio y no hay nadie. Camino hacia la puerta haciendo que mis botas de la suerte suenen en el suelo de mármol reluciente y cuando voy a abrir la puerta se me cae el picaporte.
Me canteo poniendo el cuerpo contra la puerta y empiezo a escuchar los susurros de las sombras acercándose a mí. Todo se vuelve oscuro y puedo escuchar como alguien grita de miedo. Tengo demasiado frío. Tiro la mochila al suelo y yo me caigo después de ella.
 -¡Cali?-me grita Connor. Está agachado en el suelo donde yo estoy tumbada de costado, de ahí el frío, seguramente la persona que haya gritado también haya sido yo. Miro a ambos lados y por suerte no hay nadie que me vea.
>> ¿Estás bien? He oído que gritabas y te he visto aquí.
-Sí.-se me da muy bien mentir-.Me ha dado un bajón de azúcar es solo eso.
-¿De verdad?-me pregunta, se humedece los labios y me ayuda a levantarme-.Porque he podido ver como algo se abalanzaba sobre ti y caías al suelo.
Me caro en seco y lo miro a la cara. No puede ser, él no puede ver las sombras solo yo puedo verlas. Cuando niego con la cabeza Connor sigue insistiendo con su  mirada hasta el punto de que me incomoda.
-Es solo un bajón de azúcar.

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