La casa de Connor no está lejos de la mía, más o menos
a cuatro manzanas así que puedo volver andando. Su casa es muy normal, más
pequeña que la mía eso sí, pero igual de distribuida: la cocina a la izquierda
de la entrada y la cocina a la derecha. Con las habitaciones arriba y la puerta
del sótano enfrente de nosotros. El padre de Connor es médico en el hospital y
hoy tiene un turno de tarde por lo que no estará en casa, Connor no tiene
madre, la suya murió por cáncer de no sé qué y no quiero preguntárselo y parece
ser que no tiene hermanos ni pequeños ni mayores por lo que es hijo único como
yo. No, si al final va a resultar que tenemos mucho en común.
Nos sentamos en la mesa del salón en donde ponemos
todos los libros y Connor nos trae unos vasos de agua.
-Créeme lo vas a necesitar si tienes que explicarme
cuatro temas de historia.-me dice, tendiéndome el vaso.
Me río y yo también abro el libro delante de mí, en
donde la primera página pone HISTORIA y lo demás que pone siempre: autores,
encargados de las fotografías y del contenido, etc… en fin, que nos pasamos
toda la tarde estudiando hasta que el reloj de Connor marca las siete y la
puerta de su casa se abre entrando un hombre mayor y canoso de ojos verdes y
vestido con un abrigo y unos pantalones vaqueros.
-¿Tú debes de ser Calina?-me señala con el dedo y
después me extiende la mano. Aubery asiente con la cabeza y mete su cabeza
entre los libros, a ella se le da bien, es a Connor al que se le mezclan las
ideas.
-Sí señor Hayes.-le respondo poniéndome en pie y
apretándole la mano.
-Llámame Ben, solo Ben. No me gusta que la gente me
llame señor… me hace parecer viejo.
-¿Por qué será, papá?-Connor levanta la cabeza de su
libro, tiene los ojos rojos de tanto restregárselos.
El señor Hayes suelta un suspiro y le da una pequeña
colleja a su hijo en la nuca.
-Me voy a duchar y después me meteré en la habitación
sin hacer ruido, no os molestaré más. Un placer conocerte Calina.
-Es Cali. Igualmente.
Me vuelvo a sentar en la silla y le pego otro sorbo de
agua al vaso.
-¡Qué le den a toda la historia!-exclama
Connor tirando el libro al suelo-.No pienso estudiar más, que sea lo que sea
mañana.
-Connor no te sabes nada de nada ¿de verdad piensas
que vas a sacar un cinco?-Aubery lo imita y pone su libro a un lado.
Le doy un golpecito a Connor en el brazo para animarlo
y al momento me acuerdo de la sombra tocándome la frente.
-Se lo sabe muy bien, no había visto a alguien
aprenderse cuatro temas en cuatro horas.
El alabado sonríe satisfecho mientras Aubery coge su
móvil y parece ser que lee un mensaje.
-Connor creo que deberíamos irnos ahora.
-¿Por qué?-pregunta este-.Me lo estoy pasando muy bien.
-Creo que se te olvida ese asunto que tenemos que
resolver…
Connor entorna los ojos y se encoje de hombros.
-¿Asunto? ¿qué asunto?... ah, ese asunto.
Trago saliva.
-Entonces mejor será que me marche ya.
Aubery se pone en pie.
-¡No!, digo: sí. Pero te llevamos hoy no es un buen
día para salir sola. Connor coge las llaves de tu camioneta.
Cuando Connor sale por la puerta miro a Aubery con los
ojos en blanco.
-¿Por qué no es un buen día?
Nadie me contesta, sino que Aubery me agarra por el brazo y me empuja hacia la puerta de entrada.
-¡Si apruebo te compraré el mejor regalo del mundo!
¡Lo que quieras!-Connor asoma la cabeza por la ventanilla y me despide con su
mano. Me río a carcajadas mientras entro en casa y descubro que todas las luces
están apagadas. Sobre el cristal hay una nota de Elena.
He ido a comprar comida, tu tío se ha comido todas mis reservas. Si
quieres creo que en el sótano hay algo de lo que le escondí a Chris, como veas.
Seguramente estaré ahí en una hora, no te preocupes. –E
En una hora, ahora son las siete y media así que a las
ocho y media estará rondando por aquí. Me siento en el sofá y enciendo la
televisión pasando de un canal a otro porque lo que ponen no me llama mucho la
atención. Hoy he vivido lo que suele vivir una persona normal que sale con sus
amigos a estudiar o simplemente por ocio y me he sentido bien, pero no debería
porque no sé aún si son buenos para mí o no porque casi siempre veo sombras
después de estar con ellos. El otro día por poco no muero así que tengo que
mantener distancias.
Empiezo a escribir notas de los días de hoy tal y como
me han ido pasando las cosas hasta el día de hoy, casi todas tienen algo que
ver con Luke por lo que de él tengo que mantenerme alejada. Paso una pierna por
encima de la otras cuando suena mi teléfono móvil creyendo que es un mensaje de
Elena y lo abro.
¿Estás preparada?
Añado esto al papel que está escrito por las dos caras
y lo pongo en mi carpeta en la misma parte que los folios que he dibujado,
normalmente siempre los tiraría pero hasta que esto no ceda supongo que estarán
conmigo mucho tiempo.
Me tumbo en el sofá mirando al techo mientras mis ojos
se van cerrando poco a poco por una fuerza invisible.
En mi sueño vuelvo a tener siete años y montones de
cajas están amontonadas en una esquina del salón que extrañamente está igual de
colocado, como si solo hubiese cambiado yo, que estoy pintando algo con un
lápiz azul claro.
Mi madre aparece por la puerta llevando un delantal
colgado del cuello y un plato repleto de macarrones con queso en una mano. Lo
pone a mi lado y me aparta el pelo de la cara para darme un beso en la frente.
No soy capaz de moverme y decirle que está pasando, es como si mi cuerpo se
moviese más que mi mente. Me estoy asustando.
-¿Qué dibujas cariño?-me pregunta mi madre. Hacía
mucho que no la escuchaba hablar, ya se me había olvidado su voz
-Un lobo.-contesto yo, sin saberlo.
Mi madre se agacha a mi lado y me pone una mano en la
barbilla clavándome las uñas.
-¿Un lobo? ¿Por qué?
Me encojo de hombros.
-Ellos son bonitos y buenos, no sé por qué todos los
pintan de malos.
Miro el dibujo de nuevo y un lobo (mal hecho) me mira
con ojos rojos, aparto ese folio para ver que hay otro con ojos amarillos
verdosos más pequeños y de aspecto más calmado.
Entonces se abre la puerta y mi padre aparece
quitándose el abrigo. En una fracción de segundo le veo el tatuaje del brazo y
él se baja la manga casi corriendo.
-¿Qué pasa?-pregunta, acercándose a nosotras.
Mi madre no aparta sus ojos de mí, sino que parece
tener ganas de llorar. Mi padre lo nota cuando le pone las manos en los hombros
y le hace levantarse para susurrarle algo cerca de la oreja.
-Cali cariño ¿por qué no empiezas a comer?
-¿Por qué tenemos que irnos?-pregunto-.Aquí estoy
bien, ¿dónde vamos?
Mi padre me acaricia el pelo y me quita el lápiz y
todos los papeles de enfrente para ponerme el plato del que emana un humo por
lo caliente que está.
-Ya hemos hablado de eso ¿verdad? Iremos con los
abuelos al campo, en donde nadie pueda herirnos.
-¿Por qué nos van a herir?
-Porque eres muy especial Cali, no sabes lo especial
que eres.-mi madre llega al salón de nuevo con los ojos rojos y cristalinos
como si hubiese llorado. Ha llorado.
En estos momentos quiero gritarle a qué se refiere
pero mi cabeza se gira hacia el plato de macarrones que ahora están fríos. Mis
manos pequeñas se ponen a ambos lados del plato y empiezo a notar una punzada
de dolor en ellas, como si millones de abejas me picaran.
-Cali ¿Qué estás haciendo?
Sonrío a mi padre.
-Los macarrones me gustan calientes, solo les he dado
un poco de calor.
Mi madre asiente.
-¿Te sigue doliendo?
Niego con la cabeza.
-No, ya no más.
Me despierto cunado Elena me pone una mano sobre la
frente ahogando un grito y con las mejillas llenas de lágrimas. Me pongo de pie
y empiezo a respirar hondo intentando coger aire. Eso no era un sueño, no
podría ser un sueño, eso era un recuerdo.
-Cali ¿Estás bien? Pareces estresada.
Asiento con la cabeza.
-Antes vivía aquí, lo sé. ¿Por qué me lo habéis
ocultado?
Elena se revuelve en su asiento incómoda y se levanta
para ponerme las manos sobre el rostro como se le hace a una niña pequeña.
-No sabíamos si reaccionarias bien.
-¡Claro que no! ¿cómo voy a reaccionar bien si estoy
durmiendo en una habitación que dormía cuando tenía siete años? No mola nada.
Elena parece reprimir una sonrisa.
-Lo siento, pero es así. ¿Ves? No queríamos que pasase
esto.
Me encojo de hombros, en estos momentos me siento más
relajada y noto en mi melilla pequeñas hormigas pasearse de arriba abajo. Elena
parece conocerme mejor que nadie, es la única que puede calmarme.
-¿Dónde están las bolsas?-pregunto quitándome sus
manos de mi cara.
Elena pone los ojos en blanco.
-¿Bolsas, que bolsas?
Señalo la puerta con la barbilla.
-Has ido a comprar comida ¿verdad? No veo nada.
Elena traga saliva.
-Lo he colocado todo antes de que te despertase, así
me ahorraba tiempo. ¿Tienes hambre? ¿Qué quieres cenar ?
Me tumbo en el sofá soltando un suspiro.
-Todo menos macarrones con queso.
Mientras escucho como Elena prepara la cena observo de
nuevo el techo pensando en todo lo que acabo de vivir: el recuerdo con mi
familia. Yo sabía lo que podría hacer cuando apenas tenía siete años, pero
ahora solamente creo que estoy loca. Si mis padres lo sabían y yo también
significa que no es nada malo lo que tengo, no estoy loca. Puede que las
sombras me persigan por eso, porque yo parece ser que soy un horno humano. De
todas maneras no puedo pensar más, estoy demasiado cansada como para pensar,
mis ojos vuelven a cerrarse mientras escucho a Elena preguntarme algo de que si
me gustaría cenar una pizza. Mientras tanto giro la cabeza para mirar por la
ventana en donde una luna blanca y gigantesca se alza sobre nuestras cabezas,
si agudizo bien el oído puedo creer escuchar el ruido de un animal.
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