jueves, 3 de abril de 2014

Capítulo 13

Es jueves. Día de mi cumpleaños. No quiero levantarme de la cama, ¿les podría decir si me dan como regalo del cumpleaños quedarme en casa durante todo el día? Cuando suena la puerta abrirse sé que eso no es posible. No me van a dejar en paz en todo el día.
Cumplir diecisiete tampoco es malo, es bueno, pero no me gusta recordar que casi el mismo día de mi séptimo cumpleaños también es el aniversario de la muerte de mis padres. Todavía no me puedo creer que haga ya diez años que se murieron, y so fui la única superviviente.
-¡Felicidades!-me canta Elena. Cuando me quito las sábanas de encima, están Chris y Elena agarrando una pequeña tarta con una vela rosa encendida. Me incorporo deprisa de mala gana y soplo la vela. Me vuelvo a tumbar en la cama y me tapo de nuevo.
-¿Has pedido un deseo?-me pregunta Chris sentándose en la cama. Cuando lo hace la cama se va hacia la izquierda y me caigo para ese lado.
-¿Qué me dejéis estar en casa en vez de ir al instituto?-pregunto en vez de responder. Escucho un bufido por parte de Chris y las esperanzas se ven esfumadas como la llama de la vela.
Elena coge las sábanas y las echa a un lado, me quedo tumbada en la cama recta como un palo y con el pijama puesto. La miro, fulminándola con los ojos y me tapo la cara con las manos.
-Creo que deberías pensarte mejor el deseo.-me dice-.Porque algo te está esperando abajo.
Me incorporo deprisa y sonrío un poco.
-¿En serio, qué es? Yo no pedía nada.
Chris me da un beso en la frente y empieza a caminar hacia la puerta junto con Elena. Es la primera vez en años que me da un beso, o muestra afecto por mí. Cuando ya están en la puerta, Elena se cantea y me dice:
-Dúchate rápido, te espera un trozo de tarta en la cocina.
Cuando se cierra la puerta, cojo la ropa rápidamente: una camiseta completamente negra, otra de cuadros para ponérmela encima, unos pantalones rotos por las rodillas y unas botas marrones. Cuando me meto en la ducha, el agua empieza siendo fría y casi grito de la impresión. Me tapo la boca con la mano y cuando empieza a calentarse, me echo el champú y el gel.
¿Qué puede ser esa sorpresa que me tienen preparada? Llevo sin pedir un regalo desde los once años porque los primeros cuatro fueron decayendo en picado. Me acuerdo que en mi primer cumpleaños pedí un conejo; me trajeron una rana. En el segundo pedí un patín; me trajeron un yo-yo. En el tercero me pedí una batería, me trajeron un tambor de juguete. Ya en el último me pedí una caja de veinticuatro colores para el dibujo; me trajeron cuatro lápices de mina fina. Vale, yo era muy cara pidiendo regalos, pero eso no explica que fueran tan míseros. El año pasado pensé que me iban a regalar un coche, pero no lo hicieron, me regalaron un cupón de descuento en el campo de minigolf, prefería el coche.
Cuando me termino de secar el pelo, me lo dejo suelto y me visto con la ropa. Salgo de mi cuarto sin siquiera hacer la cama y bajo de dos en dos las escaleras, en el último tramo casi me doy de bruces contra el suelo. En la cocina están Chris y Elena tomándose el café y charlando sobre algo en bajo, cuando me ven entrar por la cocina, se callan de golpe y ambos me sonríen con una sonrisa sospechosa: estaban hablando de mi regalo.
-¿Cómo se siente tener diecisiete años?-me pregunta Elena con el tazón de café en los labios. Yo me estoy haciendo el mío y me parto un trozo bien grande de la tarta. Era pequeña, ahora ya casi no queda nada.
Me siento entre ellos dos y cuando termino de tomar el sorbo de café, me encojo de hombros.
-Igual que tener dieciséis pero más vieja.
Chris empieza a reírse y se atraganta con un trozo de tarta.
-Tú sí que sabes.-me dice, levantando el tanque de café. Lo imito y bebo otro sorbo de él.
Elena no está de acuerdo, porque niega con la cabeza repetidamente. Mira el reloj que tiene en la muñeca y se pone de pie apresuradamente.
-Son las ocho y cuarto, necesito irme ya corriendo. Tengo que terminar de corregir las notas de tercero.
La imito y me limpio la boca con una servilleta.
-Espera que subo a mi cuarto y cojo la mochila.
-No hará falta.-ahora Chris también está de pie-.Vamos fuera y te lo enseño.
Me limpio las manos en otra servilleta. Lo miro a los ojos y sonrío.
-No me habréis comprado un poni, ¿verdad?-pregunto al aire, pero como nadie me contesta, insisto-: ¿Verdad?
Elena me pone una mano en el hombro y empieza a empujarme delicadamente. Va vestida con una falda hasta las rodillas, ajustada y una blusa marrón con una chaqueta de punto azul. Chris, por otra parte va con el mono de trabajo. Cuando llegamos a la puerta, Elena me tapa los ojos con la mano y empiezo a bajar a tientas las escaleras del porche. Escucho la voz de Elena diciéndome que tenga cuidado, un escalón…
-Ahora espera que abrimos la puerta del jardín…-me dice. Cuando estamos en la acera, me quita las manos de los ojos y exclama-. ¡Tachán!
Delante de mí hay un coche escarabajo nuevo, no de los antiguos. Es de color blanco y sé que es de segunda mano porque en el lado izquierdo tiene un rayón que va desde el retrovisor hasta los faros. Es muy leve, pero hasta yo me he dado cuenta de eso. Aun así me encanta, es tan bonito que si no me hubiese contenido hasta hubiera llorado de la impresión.
Miro a Chris y a Elena y ellos dos están observándome atentamente a que hable, pero no sé qué decir.
-¿Es para mí?-pregunto señalando al coche-. ¿Todo para mí?
Chris se adelante y me pone las manos en los hombros.
-Todo para ti.-me dice sonriendo-.Pero ten cuidado porque no habrá otro, este ha costado poco pero al siguiente lo compras tú.
No me importa nada en estos momentos. ¡Tengo un coche! Al fin tengo algo que me gusta y no es quedarme en casa lamentándome por todas las decisiones que he tomado.

Después de un rato estoy en el instituto aparcando mi coche cerca de la entrada del instituto, por suerte he podido llegar después, no como con Elena que ella tiene que salir antes por ser una profesora. Todo el mundo parece no darse cuenta de mí y eso me parece magnífico ya que odio que me miren. Desde anoche no paro de pensar en lo del recuerdo, puedo admitir que yo no estoy loca y que soy capaz de producir fuego con las manos pero no puedo admitir eso de los lobos, no sé qué quieren decirme todos esos dibujos, no sé por qué las sombras me persiguen: si son buenas o son malas. Yo de pequeña sabía todo lo que me pasó así que tuve que olvidarlo todo cuando tuve el accidente de coche. Puede que no fuese un accidente, eso lo llevo pensando todo el día.
Miro a mi alrededor buscando si alguien me acecha, y después empujo la puerta para entrar en el edificio y ponerme enfrente de mi taquilla. Alguien me llama entre la multitud y una mano pintada con un esmalte rosa aparece frente a mi taquilla. Sam me sonríe y me extiende un paquete verde con un lazo rosa.
-¿Qué es esto?-pregunto, señalando el paquete.
-Un regalo. ¡No me digas que nunca has visto uno! Cariño, eso es deprimente.
-Sé lo que es un regalo Sam, pero ¿por qué me haces uno a mí? No sé, no me parecía que fuéramos amigas.
Sam me coge la mano y me pone el paquete entre mis dedos.
-Me tomaré eso como una falta de atención a tus palabras e intentaré sonreír lo mejor que pueda.-me mira y suelta una sonrisa radiante-. ¿Ves? Yo intento progresar en esta amistad con buen futuro.
Abro el paquete y dentro hay un broche de una rosa roja como un diamante.
-Es precioso.-le respondo al fin-.Gracias de verdad, pero no puedo aceptarlo, no me parece justo.
Lo extiendo hacia ella, pero Sam lo empuja hacia mí negando con la cabeza. Cuando me mira a los ojos, me dice:
-Te lo vas a quedar porque a mí no me gusta. Mi padre me lo compró el otro día y yo te lo doy a ti, es horroroso.
Y ahí está el truco del regalo. Sam es tan cariñosa que te da regalos que a ella no le gustan, así será que me lo haya hecho sin conocerme casi. Intento sonreír un poco, pero no me sale. Meto el regalo, junto con el gorro de cumpleaños y la boa en mi taquilla. Es extraño, porque todo el mundo tiene pegatinas en las puertas y fotos de ellas o con sus amigos dentro de las taquillas para adornarlas. Yo no tengo nada, solo una foto de mis padres y ya está. Al final conseguiré deprimirme en el día de hoy. Cierro la puerta con un suspiro y me fijo que Sam sigue ahí mirándome.
-¿Quieres algo más?-le digo, cruzándome de brazos.
Sam se acerca un poco más y empiezo a darme cuenta de su olor a carmín rosa.
-Que no le digas esto a nadie, no quiero que pienses que le voy a regalar cosas a gente así por así. Tú eres especial.
Se toca el pelo rubio y sale casi corriendo escaleras arriba. Me guardo el broche en la mochila y subo yo también a clases, una de las últimas de este año. Cuando llego a clase de lengua, solamente hay un sitio libre al lado de una persona que no esperaba ver: Luke Hamilton.
-Precioso día.-me dice sonriendo cuando me siento a su lado. pongo la mochila en medio para mantener distancia, este muchacho me saca de quicio a más no poder; siempre sonriendo y pasando de todo como si nada más que él es importante. Agh, como he dicho: me saca de quicio.
-El cielo está nublado, pronto lloverá.
-Los pájaros cantan.-insiste él, con la misma voz de idiota.
-Creo que deberías ir al otorrino, es el ruido de la puerta al cerrarse.
Luke ladea la cabeza.
-Y, por supuesto, hoy alguien cumple años.
-¿De verdad te has acordado?-pregunto arqueando las cejas. Me apoyo en la mesa con los codos al mismo tiempo que el profesor le dice a un alumno que vaya repartiendo fichas para rellenar.
-Hoy haremos un cuestionario sobre lo que peor se os ha dado en este trimestre, si creéis que tenéis problemas con algunos alumnos o profesores… en fin, si tenéis alguna pregunta levantad la mano.
Cuando la ficha llega a mí, saco un lápiz de mi mochila y empiezo a rellenarlo todo, ¿tengo algún problema en lengua? Puesto que voy a sacar un sobresaliente, creo que no.
-¿Cómo llevas eso de tener un año más?-la voz de Luke vuelve a interrumpirme, él en vez de hacer el cuestionario ha hecho un avión de papel con él. Lo tira por ahí para acabar en el suelo y pone una cara de disgusto.
-Bien.
-¿Solo bien? En algunos sitios estás a un solo año de poder emborracharte.
Ahogo una carcajada.
-Claro, como que tú no te emborrachas ahora ¿verdad?
Vuelvo a mirar el papel, ¿tengo problemas con algunos alumnos? No he tenido problemas con nadie pero podría mentir y decir que me alejen del que tengo ahora al lado. De todos modos escribo un no y me veo otra vez interrumpida.
-Toma, tú regalo de cumpleaños.-Luke me pone algo al lado de la mano, es una cajita de música de madera con bordados en plateados en todas las esquinas. Dejo el lápiz a un lado y me olvido de todo lo que me rodea mientras abro la cajita y empieza a sonar una música, instantáneamente la vuelvo a cerrar para que nadie se percate.
-Por favor, dime que no te la han regalado y como no la querías has decidido dármela.
Luke pone los ojos en blanco.
-Olvídalo.-agito una mano y vuelvo a contemplar la cajita.
-¿Te gustan las fiestas?-Luke se apoya en la mesa con una mano en su barbilla y me mira cansado. Tiene ojeras bajo sus ojos y parece mucho más pálido que antes, como si no hubiese dormido en días.
Niego con la cabeza.
-Bueno, pues espero que te gusten las sorpresas porque te van a llevar a un lugar muuuy divertido, o eso me han dicho.
-¿Por qué nunca te juntas con ellos? Son tus amigos pero nunca os veo juntos.-dejo a un lado eso de la fiesta que me van a organizar y lo miro a los ojos. Él me devuelve la mirada.
-Creo que deberías seguir haciendo el test, te faltan muchas preguntas.
Creo que me he metido en un tema que no me llama.
-Gracias de todos modos, por la cajita.
Luke se ríe.
-¿Eso? Solo es un regalo. Sirve para ahuyentar a las sombras.

El comentario de Luke no me lo tomé en serio, no cuando viene de un muchacho que no para de reírse hasta de su propio nombre. Cuando salgo del instituto justo cuando suena el timbre me llega un mensaje de Elena. Esta vez y a partir de ahora me pienso fijar muy bien en los mensajes que me llegan.
Lo siento pero eso de celebrar tu día especial hay que posponerlo, tengo reunión de profesorado.        –E
No me importa, en realidad ya contaba con eso. Quería estar sola y quedarme en casa para ver películas malas de esas que te hacen ganas de arrancarte los ojos, eran las favoritas de mi padre porque nunca sucedía nada lógico y los actores actuaban de pena. Él solía decir que no volvería a verlas jamás, pero al día siguiente ya lo tenías sentado en el sillón y ojeando más películas.
-¿Qué pasa Berry?-Connor se pone delante de mí con un salto-.Que sepas que a partir de ahora te voy a llamar para todos mis exámenes, sean de gimnasia o de recreo.
-Es cierto ¿cómo os ha salido el examen de recuperación?-les pregunto cuando Aubery y Nate se ponen a ambos lados de Connor.
Aubery me sonríe.
-Pues yo he sacado un siete y Connor un cinco, lo cual no está mal.
Asiento pesadamente mientras Nate carraspea. Aubery pega un brinco.
-¡Felicidades Cali! No se me ha pasado pero es que quería hacerte de rabiar un rato, ¿te apetece ir a un lugar especial? Conozco un bar situado en el sur que te encantará.
Connor le da un golpe a su amiga en el brazo.
-Ese no era el plan, sino que teníamos que engatusarla para que nos acompañara.
Empiezo a reírme.
-¿Y qué pasa si digo que no?
-Pues pasamos al plan b en donde te damos un golpe en la cabeza y te secuestramos para que te lo pases bien.-dice él encogiéndose de hombros.
Vuelvo a reírme.
-Bien. Acepto ir si estamos de vuelta antes de las diez. Yo conduzco.-hago un gesto señalando al coche blanco que está detrás de nosotros mientras ellos sueltan una exclamación. 

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