Es jueves. Día de mi cumpleaños. No quiero levantarme
de la cama, ¿les podría decir si me dan como regalo del cumpleaños quedarme en
casa durante todo el día? Cuando suena la puerta abrirse sé que eso no es
posible. No me van a dejar en paz en todo el día.
Cumplir diecisiete tampoco es malo, es bueno, pero no
me gusta recordar que casi el mismo día de mi séptimo cumpleaños también es el
aniversario de la muerte de mis padres. Todavía no me puedo creer que haga ya
diez años que se murieron, y so fui la única superviviente.
-¡Felicidades!-me canta Elena. Cuando me quito las
sábanas de encima, están Chris y Elena agarrando una pequeña tarta con una vela
rosa encendida. Me incorporo deprisa de mala gana y soplo la vela. Me vuelvo a
tumbar en la cama y me tapo de nuevo.
-¿Has pedido un deseo?-me pregunta Chris sentándose en
la cama. Cuando lo hace la cama se va hacia la izquierda y me caigo para ese
lado.
-¿Qué me dejéis estar en casa en vez de ir al
instituto?-pregunto en vez de responder. Escucho un bufido por parte de Chris y
las esperanzas se ven esfumadas como la llama de la vela.
Elena coge las sábanas y las echa a un lado, me quedo
tumbada en la cama recta como un palo y con el pijama puesto. La miro,
fulminándola con los ojos y me tapo la cara con las manos.
-Creo que deberías pensarte mejor el deseo.-me dice-.Porque
algo te está esperando abajo.
Me incorporo deprisa y sonrío un poco.
-¿En serio, qué es? Yo no pedía nada.
Chris me da un beso en la frente y empieza a caminar
hacia la puerta junto con Elena. Es la primera vez en años que me da un beso, o
muestra afecto por mí. Cuando ya están en la puerta, Elena se cantea y me dice:
-Dúchate rápido, te espera un trozo de tarta en la
cocina.
Cuando se cierra la puerta, cojo la ropa rápidamente:
una camiseta completamente negra, otra de cuadros para ponérmela encima, unos
pantalones rotos por las rodillas y unas botas marrones. Cuando me meto en la
ducha, el agua empieza siendo fría y casi grito de la impresión. Me tapo la
boca con la mano y cuando empieza a calentarse, me echo el champú y el gel.
¿Qué puede ser esa sorpresa que me tienen preparada?
Llevo sin pedir un regalo desde los once años porque los primeros cuatro fueron
decayendo en picado. Me acuerdo que en mi primer cumpleaños pedí un conejo; me
trajeron una rana. En el segundo pedí un patín; me trajeron un yo-yo. En el
tercero me pedí una batería, me trajeron un tambor de juguete. Ya en el último
me pedí una caja de veinticuatro colores para el dibujo; me trajeron cuatro
lápices de mina fina. Vale, yo era muy cara pidiendo regalos, pero eso no
explica que fueran tan míseros. El año pasado pensé que me iban a regalar un
coche, pero no lo hicieron, me regalaron un cupón de descuento en el campo de
minigolf, prefería el coche.
Cuando me termino de secar el pelo, me lo dejo suelto
y me visto con la ropa. Salgo de mi cuarto sin siquiera hacer la cama y bajo de
dos en dos las escaleras, en el último tramo casi me doy de bruces contra el
suelo. En la cocina están Chris y Elena tomándose el café y charlando sobre
algo en bajo, cuando me ven entrar por la cocina, se callan de golpe y ambos me
sonríen con una sonrisa sospechosa: estaban hablando de mi regalo.
-¿Cómo se siente tener diecisiete años?-me pregunta
Elena con el tazón de café en los labios. Yo me estoy haciendo el mío y me
parto un trozo bien grande de la tarta. Era pequeña, ahora ya casi no queda
nada.
Me siento entre ellos dos y cuando termino de tomar el
sorbo de café, me encojo de hombros.
-Igual que tener dieciséis pero más vieja.
Chris empieza a reírse y se atraganta con un trozo de
tarta.
-Tú sí que sabes.-me dice, levantando el tanque de
café. Lo imito y bebo otro sorbo de él.
Elena no está de acuerdo, porque niega con la cabeza
repetidamente. Mira el reloj que tiene en la muñeca y se pone de pie
apresuradamente.
-Son las ocho y cuarto, necesito irme ya corriendo.
Tengo que terminar de corregir las notas de tercero.
La imito y me limpio la boca con una servilleta.
-Espera que subo a mi cuarto y cojo la mochila.
-No hará falta.-ahora Chris también está de pie-.Vamos
fuera y te lo enseño.
Me limpio las manos en otra servilleta. Lo miro a los
ojos y sonrío.
-No me habréis comprado un poni, ¿verdad?-pregunto al
aire, pero como nadie me contesta, insisto-: ¿Verdad?
Elena me pone una mano en el hombro y empieza a
empujarme delicadamente. Va vestida con una falda hasta las rodillas, ajustada
y una blusa marrón con una chaqueta de punto azul. Chris, por otra parte va con
el mono de trabajo. Cuando llegamos a la puerta, Elena me tapa los ojos con la
mano y empiezo a bajar a tientas las escaleras del porche. Escucho la voz de
Elena diciéndome que tenga cuidado, un escalón…
-Ahora espera que abrimos la puerta del jardín…-me
dice. Cuando estamos en la acera, me quita las manos de los ojos y exclama-.
¡Tachán!
Delante de mí hay un coche escarabajo nuevo, no de los
antiguos. Es de color blanco y sé que es de segunda mano porque en el lado
izquierdo tiene un rayón que va desde el retrovisor hasta los faros. Es muy
leve, pero hasta yo me he dado cuenta de eso. Aun así me encanta, es tan bonito
que si no me hubiese contenido hasta hubiera llorado de la impresión.
Miro a Chris y a Elena y ellos dos están observándome
atentamente a que hable, pero no sé qué decir.
-¿Es para mí?-pregunto señalando al coche-. ¿Todo para
mí?
Chris se adelante y me pone las manos en los hombros.
-Todo para ti.-me dice sonriendo-.Pero ten cuidado
porque no habrá otro, este ha costado poco pero al siguiente lo compras tú.
No me importa nada en estos momentos. ¡Tengo un coche!
Al fin tengo algo que me gusta y no es quedarme en casa lamentándome por todas
las decisiones que he tomado.
Después de un rato estoy en el instituto aparcando mi
coche cerca de la entrada del instituto, por suerte he podido llegar después,
no como con Elena que ella tiene que salir antes por ser una profesora. Todo el
mundo parece no darse cuenta de mí y eso me parece magnífico ya que odio que me
miren. Desde anoche no paro de pensar en lo del recuerdo, puedo admitir que yo
no estoy loca y que soy capaz de producir fuego con las manos pero no puedo
admitir eso de los lobos, no sé qué quieren decirme todos esos dibujos, no sé
por qué las sombras me persiguen: si son buenas o son malas. Yo de pequeña
sabía todo lo que me pasó así que tuve que olvidarlo todo cuando tuve el
accidente de coche. Puede que no fuese un accidente, eso lo llevo pensando todo
el día.
Miro a mi alrededor buscando si alguien me acecha, y
después empujo la puerta para entrar en el edificio y ponerme enfrente de mi
taquilla. Alguien me llama entre la multitud y una mano pintada con un esmalte
rosa aparece frente a mi taquilla. Sam me sonríe y me extiende un paquete verde
con un lazo rosa.
-¿Qué es esto?-pregunto, señalando el paquete.
-Sé lo que es un regalo Sam, pero ¿por qué me haces
uno a mí? No sé, no me parecía que fuéramos amigas.
Sam me coge la mano y me pone el paquete entre mis
dedos.
-Me tomaré eso como una falta de atención a tus
palabras e intentaré sonreír lo mejor que pueda.-me mira y suelta una sonrisa
radiante-. ¿Ves? Yo intento progresar en esta amistad con buen futuro.
Abro el paquete y dentro hay un broche de una rosa
roja como un diamante.
-Es precioso.-le respondo al fin-.Gracias de verdad,
pero no puedo aceptarlo, no me parece justo.
Lo extiendo hacia ella, pero Sam lo empuja hacia mí
negando con la cabeza. Cuando me mira a los ojos, me dice:
-Te lo vas a quedar porque a mí no me gusta. Mi padre
me lo compró el otro día y yo te lo doy a ti, es horroroso.
Y ahí está el truco del regalo. Sam es tan cariñosa
que te da regalos que a ella no le gustan, así será que me lo haya hecho sin
conocerme casi. Intento sonreír un poco, pero no me sale. Meto el regalo, junto
con el gorro de cumpleaños y la boa en mi taquilla. Es extraño, porque todo el
mundo tiene pegatinas en las puertas y fotos de ellas o con sus amigos dentro
de las taquillas para adornarlas. Yo no tengo nada, solo una foto de mis padres
y ya está. Al final conseguiré deprimirme en el día de hoy. Cierro la puerta
con un suspiro y me fijo que Sam sigue ahí mirándome.
-¿Quieres algo más?-le digo, cruzándome de brazos.
Sam se acerca un poco más y empiezo a darme cuenta de
su olor a carmín rosa.
-Que no le digas esto a nadie, no quiero que pienses
que le voy a regalar cosas a gente así por así. Tú eres especial.
Se toca el pelo rubio y sale casi corriendo escaleras
arriba. Me guardo el broche en la mochila y subo yo también a clases, una de
las últimas de este año. Cuando llego a clase de lengua, solamente hay un sitio
libre al lado de una persona que no esperaba ver: Luke Hamilton.
-Precioso día.-me dice sonriendo cuando me siento a su
lado. pongo la mochila en medio para mantener distancia, este muchacho me saca
de quicio a más no poder; siempre sonriendo y pasando de todo como si nada más
que él es importante. Agh, como he dicho: me saca de quicio.
-El cielo está nublado, pronto lloverá.
-Los pájaros cantan.-insiste él, con la misma voz de
idiota.
-Creo que deberías ir al otorrino, es el ruido de la
puerta al cerrarse.
Luke ladea la cabeza.
-Y, por supuesto, hoy alguien cumple años.
-¿De verdad te has acordado?-pregunto arqueando las
cejas. Me apoyo en la mesa con los codos al mismo tiempo que el profesor le
dice a un alumno que vaya repartiendo fichas para rellenar.
-Hoy haremos un cuestionario sobre lo que peor se os
ha dado en este trimestre, si creéis que tenéis problemas con algunos alumnos o
profesores… en fin, si tenéis alguna pregunta levantad la mano.
Cuando la ficha llega a mí, saco un lápiz de mi
mochila y empiezo a rellenarlo todo, ¿tengo algún problema en lengua? Puesto
que voy a sacar un sobresaliente, creo que no.
-¿Cómo llevas eso de tener un año más?-la voz de Luke
vuelve a interrumpirme, él en vez de hacer el cuestionario ha hecho un avión de
papel con él. Lo tira por ahí para acabar en el suelo y pone una cara de
disgusto.
-Bien.
-¿Solo bien? En algunos sitios estás a un solo año de
poder emborracharte.
Ahogo una carcajada.
-Claro, como que tú no te emborrachas ahora ¿verdad?
Vuelvo a mirar el papel, ¿tengo problemas con algunos
alumnos? No he tenido problemas con nadie pero podría mentir y decir que me
alejen del que tengo ahora al lado. De todos modos escribo un no y me veo otra
vez interrumpida.
-Toma, tú regalo de cumpleaños.-Luke me pone algo al
lado de la mano, es una cajita de música de madera con bordados en plateados en
todas las esquinas. Dejo el lápiz a un lado y me olvido de todo lo que me rodea
mientras abro la cajita y empieza a sonar una música, instantáneamente la
vuelvo a cerrar para que nadie se percate.
-Por favor, dime que no te la han regalado y como no
la querías has decidido dármela.
Luke pone los ojos en blanco.
-Olvídalo.-agito una mano y vuelvo a contemplar la
cajita.
-¿Te gustan las fiestas?-Luke se apoya en la mesa con
una mano en su barbilla y me mira cansado. Tiene ojeras bajo sus ojos y parece
mucho más pálido que antes, como si no hubiese dormido en días.
Niego con la cabeza.
-Bueno, pues espero que te gusten las sorpresas porque
te van a llevar a un lugar muuuy divertido, o eso me han dicho.
-¿Por qué nunca te juntas con ellos? Son tus amigos
pero nunca os veo juntos.-dejo a un lado eso de la fiesta que me van a
organizar y lo miro a los ojos. Él me devuelve la mirada.
-Creo que deberías seguir haciendo el test, te faltan
muchas preguntas.
Creo que me he metido en un tema que no me llama.
-Gracias de todos modos, por la cajita.
Luke se ríe.
-¿Eso? Solo es un regalo. Sirve para ahuyentar a las
sombras.
El comentario de Luke no me lo tomé en serio, no
cuando viene de un muchacho que no para de reírse hasta de su propio nombre.
Cuando salgo del instituto justo cuando suena el timbre me llega un mensaje de
Elena. Esta vez y a partir de ahora me pienso fijar muy bien en los mensajes
que me llegan.
Lo siento pero eso de celebrar tu día especial hay que posponerlo, tengo
reunión de profesorado. –E
No me importa, en realidad ya contaba con eso. Quería
estar sola y quedarme en casa para ver películas malas de esas que te hacen
ganas de arrancarte los ojos, eran las favoritas de mi padre porque nunca
sucedía nada lógico y los actores actuaban de pena. Él solía decir que no
volvería a verlas jamás, pero al día siguiente ya lo tenías sentado en el
sillón y ojeando más películas.
-¿Qué pasa Berry?-Connor se pone delante de mí con un
salto-.Que sepas que a partir de ahora te voy a llamar para todos mis exámenes,
sean de gimnasia o de recreo.
-Es cierto ¿cómo os ha salido el examen de
recuperación?-les pregunto cuando Aubery y Nate se ponen a ambos lados de
Connor.
Aubery me sonríe.
-Pues yo he sacado un siete y Connor un cinco, lo cual
no está mal.
Asiento pesadamente mientras Nate carraspea. Aubery
pega un brinco.
-¡Felicidades Cali! No se me ha pasado pero es que
quería hacerte de rabiar un rato, ¿te apetece ir a un lugar especial? Conozco
un bar situado en el sur que te encantará.
Connor le da un golpe a su amiga en el brazo.
-Ese no era el plan, sino que teníamos que engatusarla
para que nos acompañara.
Empiezo a reírme.
-¿Y qué pasa si digo que no?
-Pues pasamos al plan b en donde te damos un golpe en
la cabeza y te secuestramos para que te lo pases bien.-dice él encogiéndose de
hombros.
Vuelvo a reírme.
-Bien. Acepto ir si estamos de vuelta antes de las
diez. Yo conduzco.-hago un gesto señalando al coche blanco que está detrás de
nosotros mientras ellos sueltan una exclamación.
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